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Ni a tu madre ni a tu suegra, haz caso a tu corazón



Normalmente las madres, desde el embarazo, recopilamos información y 
recibimos cantidad de consejos. Mucha de esa información carece de base 
científica, pero cuenta con la mejor intención e incluso con toda la fe de quien 
nos la proporciona. En otros casos, aun con su explicación científica, nosotras 
preferimos buscar respuestas alternativas. 
 
A veces, para hacer lo que te dice el pediatra, tienes que contradecir a tu 
madre, o a tu vecina que ha criado ocho hijos sanísimos, y hasta esconderte de 
ella/s. Otras veces se te parte el corazón porque tú ni siquiera estás de acuerdo 
con ninguno de los tres. Y otras veces pasas de todo lo que te dicen y haces lo 
que te da la gana. Desde aquí, apoyamos esa tercera vía. Las madres, como los 
niños, tenemos derecho a equivocarnos al aprender nuestro rol, a que se nos siga
queriendo y a que no se nos falte al respeto por ello. Nuestra intención no es 
equivocarnos todo el rato, pero ésa es una buena manera de aprender. 
 
Conviene tener en cuenta las recomendaciones pero que éstas nunca sustituyan 
a nuestro instinto, que es tan válido como el de cualquiera.
Sir Ken Robinson, el clarividente:


Escucha bien e implícate: jugad juntos

A l@s niñ@s les gusta hablar, por los codos, incluso antes de saber hablar. 

Es importantísimo para la autoestima e incluso para el desarrollo lingüístico, y por lo tanto para el desarrollo personal, que tratemos de entender lo que dicen, y que tratemos de responder a lo que dicen, como haríamos con cualquiera que se dirija a nosotros, en realidad. 

Muchas veces no tenemos tiempo, o tenemos mil cosas en la cabeza que no nos dejan seguir las tramas de sus historias. El tiempo que tenemos se nos va muchas veces en regañarles o simplemente señalarles lo que hacen mal. Reservémonos un tiempo al día para escucharles, para adentrarnos en sus hazañas y proyectos, aunque sean 20 minutillos: ponernos literalmente a su altura y dejarnos llevar. 

Así también es de esperar que luego tenga menos necesidad de llamarnos la atención haciendo lo que ya le hemos dicho mil veces que no haga. 

Parece que es algo que es beneficioso principalmente para el niño, pero si te pusieran debajo de casa una máquina de realidad virtual en la hay que pagar para entrar en una mente infantil, seguro que alguna vuelta te dabas... 

Es una óptima manera de desconectar de la realidad para ti y, a la vez, recordar que no sólo eres madre*: eres la madre* esa persona tan especial.

¿Quién tiene más recursos para controlar la situación?

L@s peques hacen lo que les corresponde por edad: prueban, trepan, ensucian, chupan, chillan, rompen cosas sin querer... Y las madres nos ponemos de los nervios al verlo, tal y como nos corresponde según nuestra edad y condición. Todo normal y natural. Se enfrentan la fuerza bruta y la ilusión de l@s pequeñ@s exploradoræs contra la experiencia y la retórica de una madre. 

La idea es que esa experiencia y esa retórica maternas no se transformen en un espectáculo vergonzoso de chillidos y amenazas. Seguramente, la madre tenga razón, por su experiencia, pero no por eso es superior a su hijo en una discusión. La superioridad de la madre no radica en tener razón, sino en ser capaz de controlarse para que al niño le pueda llegar el mensaje que le quiere transmitir, en vez de una oleada gratuita de violencia verbal. 

Por ejemplo, pasa nuestro niño de tres años por el pasillo de casa a toda velocidad, blandiendo su espada de pirata, y tira al suelo el jarrón que heredamos de nuestra tía. Es normal que, al jugar a los piratas por el pasillo de casa que está lleno de adornos, algo se rompa. Y es normal que la madre al verlo se disguste. La madre podría liarse a gritos durante un rato más o menos largo, produciendo sin duda mucho miedo en el pequeño ser: montando una pataleta de adulto, al fin y al cabo. O podría señalarle (cuando sea capaz de controlar el tono de voz) que le ha dado mucha pena lo del jarrón, que otra vez vamos a tener más cuidado, y que conviene buscar un sitio adecuado para jugar a los piratas. 

Seamos adultas, no montemos pataletas (al menos para expresarnos ante nuestros hijos) y controlemos la situación. No podemos esperar que sea nuestr@ hij@ quien ponga la solución. L@s niñ@s necesitan un ambiente amable que les permita equivocarse las veces que haga falta hasta que queden bien afianzados los conceptos que les queremos transmitir.